BORJA JIMÉNEZ, ovación y dos orejas simbólicas con el sexto toro.
El 20 de agosto en la plaza de Vista Alegre, Bilbao. Una tarde que quedará grabada en la memoria de quienes disfrutan del arte taurino, Borja Jiménez se alzó como el verdadero protagonista del festejo. La plaza vibraba con expectación cuando hizo su aparición el sexto toro, un noble ejemplar que mostró su bravura al tomar dos varas con entrega y fuerza. Era un animal que prometía, y Borja, consciente de ello, se preparó para dejar una huella en Bilbao.
Desde la primera serie en los medios, Borja mostró una sinfonía de ligazón, mando y mano baja. Cada muletazo era un canto a la elegancia y a la fiereza que el torero llevaba dentro. En cada pase, supo someter al toro con maestría, aprovechando la fuerza del animal con un repertorio variado que incluía martinetes, faroles, trincheras, cambios de mano y pases de pecho. Cada uno de estos movimientos era un testimonio de su técnica depurada y su profundo entendimiento del toro.
La faena se tornó en un baile armónico entre el torero y el toro, donde ambos parecían ser uno solo. La plenitud del matador de toros de Espartinas, con su temple y valor, se fusionó con la bravura indómita de la rama más enclasada de La Quinta. Al final, el clamor del público fue unánime: la obra merecía el indulto. Dos orejas simbólicas fueron el premio a su entrega y a un toreo que
emocionó y conectó con la esencia misma de la tauromaquia. Esta actuación, sin duda, marca un hito en la carrera de Borja Jiménez, quien se reafirma como una figura destacada en el arte del toreo.
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