domingo, 15 de marzo de 2020

Los toros dan las cornadas, y Dios se encarga de repartirlas






Por; Luis Muñoz Palomo

REFRÁN TAURINO.

Los toros dan las cornadas, y Dios se encarga de repartirlas.


LA CARROZA FUNEBRE EN LOS ENTIERROS DE JOSELITO Y GRANERO.


En el museo de carrozas fúnebres de Barcelona, se encuentra la carroza fúnebre utilizada en los
entierros de Joselito “ El Gallo “ y Manolo Granero. Ambos fallecidos por asta de toro en Talavera de La Reina y Madrid respectivamente.
En el caso de Joselito “ El Gallo “ esta carroza se utilizó para transportar sus restos mortales desde su domicilio madrileño en la calle Arrieta, hasta la estación del Mediodía, de donde partieron para Sevilla. Joselito “ El Gallo “ había sido transportado en otra carroza más modesta, desde la plaza de toros de Talavera de La Reina hasta la estación para ser llevado a Madrid. Dos años después la carroza que se encuentra en el museo del cementerio de Montjuic en Barcelona, volvió a utilizarse en el entierro de un torero, fue del diestro valenciano Manuel Granero, trasladándolo desde la capilla ardiente en la plaza de toros de Madrid hasta la estación de Atocha, para ser trasladado a Valencia su ciudad natal. Bailaor y Pocapena, con Joselito y Granero, escribieron dos grandes páginas de la historia del toreo. Se fue un maestro y a los dos años se fue el que todos creían sería su sustituto.

UN CAMBIO DE OPINIÓN

El gran actor Isidoro Márquez dijo en cierta ocasión al famoso Pedro Romero:
Es un escándalo que os paguen tanto dinero por poneros delante de un toro, cuando lo que vosotros hacéis puede hacerlo cualquiera que tenga un poco corazón.
Un día fueron ambos junto a varios amigos comunes de merienda al campo, y en un momento de ella hizo acto de presencia un novillo desmandado. Huyeron todos, menos Romero y Márquez; queriendo este dárselas de valiente, hizo frente al bicho con una manta, y enseguida voló por los aires a pesar de haber acudido Romero apresuradamente para hacerle el quite con un sombrero. El cómico tuvo que guardar cama como consecuencia de la paliza, y hablando un día del caso con el referido matador le dijo: Déjame en paz con tus puyas, pues reconozco que no están mal ganadas esas onzas de oro que os pagan.




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