martes, 4 de junio de 2019

Carlos Sussoni Saona




Carlos Sussoni Saona

Para mi estimado compañero D. Alfredo Huwanker, distinguido periodista peruano e inteligente crítico taurino, muy afectuosamente, 
EL AUTOR.

 Real Maestranza de Sevilla, como puede leerse en los Anales de laEl Perú tiene ya una larga tradición torera, Quedan muy pocas plazas en España, como no sean las de Ronda, Aranjuez y Sevilla, tan antiguas como la de Lima, del Acho, levantada en 1766, por don Agustín Hipólito de Laudaburu, aunque remozada después tres o cuatro veces, y por la que han pasado en todas las épocas lidiadores notables, y notabilísimos en lo que va de siglo, pues en ella han actuado Belmente, JoSELITO, Rafael el Gallo, Gaona, Chicuelo, por no citar más que figuras cumbres de nuestro tiempo. Como en México, en el Perú se ha mantenido afición a los toros que nosotros introdujimos, y además de dar origen allí a la ganadería brava que algunos criadores celosos han conservado mediante frecuentes cruzamientos con sementales de casta española, son numerosos los toreros que del país han brotado. Antes muy duchos y mañosos en el toreo de capa a caballo y muy hábiles en dar muerte a los toros con un puñal en vez de espada, según don José de la Tixera (1) «yéndose a cuerpo descUr bierto de frente a los toros, al tiempo que les embisten, dando unos pasos cortos adelante; pero muy pausados, largos (?) y oblicuos a derecha e izquierda en términos, que en cada uno de estos movimientos separan el cuerpo lo necesario de la línea recta al toro; para que al llegar al torero pueda éste rehurtar el cuerpo a su izquierda y darle en la nuca con el cuchillo o puñal que aJ efecto lleva en la mano derecha.» Esta suerte, que el señor de Tixera creía muy arriesgada practicarla con toros españoles por su mayor codicia y empuje, añade él mismo que la ejecutó en la plaza de Cádiz el famoso José Cándido que al decir de una nota de las cuentas de la plaza de Sevilla, del marqués de Tablantes, era negro, detalle que no consigna ningún biógrafo suyo y que sería curioso esclarecer) que allá por el año 1760 se la vió realizar a un limeño, o mejor dicho, intentar, pues salió el hombre mal parado del lance, y él lo llevó a cabo al segundo golpe. «Las Fiestas de Toros». 1802.  Pero esa tauromaquia peruana fué arrollada por la española así que ésta pudo mostrarse por aquellas latitudes con toda su pujante belleza, y desde entonces han propendido los hijos del país, con vocación de toreros, a serlo como los nuestros, lo mismo exactamente que ha ocurrido en México, y en ese arte son ya bastantes los que se han distinguido y algunos los que han venido a España con el afán de saber más. De los que en este momento recuerdo, la lista empieza con Angel Valdés, que vimos en Madrid hace cuarenta y tantos años (debió de ser en 1883) y termina, por ahora, en Carlos Sussoni y Saona, del que trato de esbozar en estas páginas la personalidad torera, en formación todavía, pero con rasgos muy salientes ya para figurar por derecho propio entre los 

NOVILLEROS PUNTEROS. 

Hagamos antes un breve resumen biográfico. Es limeño, pues nació en la capital del Perú, el 24 de
febrero de 1903. Aficionado a torear, hizo su aprendizajie como pudo, aconsejado y protegido por su tío Juan Giani Rubio, antiguo banderillero, y como banderillero también hizo su presentación en Lima el 24 de actubre de 1920 en una corrida en que actuaban de matadores el caraqueño Eieazar Sananos y el limeño Alberto Fernández Cachucha; y banderilleando continuó hasta la temporada de 1922, en la que su nombre figuró en todas las corridas al lado de los de Mvrenito de Valencia, Magritas, Rodas, Maera, sin que su trabajo desmereciera junto al de estos enormes rehileteros, con los cuales compartía las grandes ovaciones con (pe se premiaba su labor; y hasta ocasiones hubo en que el entusiasmo de sus paisanos le hizo objeto de excepcionales demostraciones de complacencia, y en más de una salió de la plaza a hombros de sus apasionados, Estos triunfos y los consejos de su tío Juan, hombre práctico y conocedor de la lidia, le hicieron pensar en cambiar los garapullos por la espada, y como ya en esa misma temporada de
1922 había matado un toro, que le cedió Juan Belmonte en la corrida en que éste actuaba con Serafín Vigióla Torquito, y él de sobresaliente, y había revelado con la capa y la muleta, lo mismo que con la espada, condiciones nada comunes, al comenzar la temporada de 1923, se presentó como matador de novillos en la plaza de Lima alternando con los diestros del país Manuel Hidalgo Delgado y Atilio Serrutti, y aunque el primer toro le cogió aparatosamente, no por eso su valor decreció, y sin hacer caso de los consejos fac¡ultativos salió de la enfermería y mató sus dos toros, del último de los cuales cortó la oreja. Esta hazaña y la realizada el año anterior con el toro cedido por Belmonte del que le concedieron las dos orejas por el gran volapié con que lo despachó, acrecentaron su fama de torero de porvenir, y en el Perú su cartel alcanzó las alturas, por lo cual sigjuió toreando en la plaza de la capital con muy buen éxito alternando con diestros del país y españoles, hasta que a fines de ese año le dió la alternativa de matador de toros el cartagenero Enrique Cano, Gavira, cediéndole un toro del Olivar, y acompañándoles en el cartel y la lidia el espada valenciano Rosario Olmos.
Deseoso de campo más vasto para sus ambiciones taurómacas y comprendiendo que sólo en España le sería posible alcanzar la jerarquía a que aspiraba y contrastar sus aptitudes, para España se embarcó al terminar la temporada de de 1925, y quiso su suerte que cayera en manos del inteligente y activo apoderado don Antonio Alvarez, que, conocedor como pocos del tinglado taurino, pues antes que carabinero fué contrabandista, o lo que es lo mismo, torero y empresario antes que apoderado, el hombre que comprendió que en el muchacho peruano había condiciones para ser algo en torería, logró contratarle ya en ese año corridas en Salamanca, Cazorla y Lisboa. En 1925 toreó 18 novilladas en las plazas de Salamanca, Córdoba, Granada, Málaga, Gijón, etcétera, repitiendo en todas ellas, en alguna hasta cuatro veces.
En 1926, las corridas han sumado 28, haciendo su presentación en Madrid 29 de agosto, y dejando en general un «xcelente cartel de buen torero y valiente matador allí donde ae le ha visto torear, y se le ha visto dos veces en la corte, tres en Zaragoza, dos en Granada, tres en Zamora, dos en Alicante, Valencia, Santander, Salamanca, Melilla, etc.; En la corrida de presentación en Madrid, alternó con los novilleros Lorenzo de la Torre y Melchor Delmonte, y fueron los toros de don Pacomio Marín; repitió el 26 de septiembre, con Mérida y Parrita, toros de Quijano, y es de notar que en esa tarde el público quiso concederle la oreja del último toro y como a ello no accedió el presidente, se ganó por esto su «buena bronca», muy justificada por cierto, pues quien otorga ese galardón no es la presidencia, con asesor y todo, sino el público, y lo único que debe hacer aquella para su decisión, es tener en cuenta si son o no mayoría los que piden que se dé, y atenerse al «sufragio universal,», y no a su opinión.! A grandes rasgos esta es, hasta hoy, la biografía del diestro peruano. Para conocer lo que como tal diestro es, antes de hablar por propia cuenta, dejaremos que nos lo diga la crítica representada por las firmas más pretstigiosas. Pero será en capítulo aparte. 
En primer lugar, tiene la palabra Corinto y Plata, el notable crítico J. L. Mayral, que en La Voz, del 30 de agosto se expresaba así: «Me van ustedes a perdonar que no utilice hoy, según costumbre, la prosa rimada; pero es que con la tormenta y el aguacero de ayer se me han humedecido los «ripios»... y no hay manera. Y además tengo que decir pocas cosas, malas y buenas. El cartel era desacostumbrado en esta clase de festejos dominicales. No lo imaginábamos^ Gaspar Esquerdo, rejoneador; Lorenzo de la Torre, Melchor Delmonte y debut del peruano Carlos Sussoni, que venía precedido de gran fama; ha alternado entre palmas con un Belmonte —que le dio la alternativa—, y parece y es un torero enterado y sabe pisar la arena. Lo que, por lo visto, ni sabe ni quiere, es tragarla en remolinos, cosa que ayer le sucedió cuando salió su primer toro, cárdeno obscuro, manso, sin estilo de lidia, gazapón y medio ciego. Apenas el peruano desenvolvió el capotillo, estalló la tormenta de aire, con acompañamiento de rayos y truenos. No se podía estar en la plaza. Volaban los capotes, cegaba la tierra, acometía mal y tardo el toro: todos los elementos, en una palabra, contra el Perú y sus buenos toreros. No hubo manera de hacer más que lo que hizo: aguantar, torear sin correr, resistir la adversidad, estar valiente, en una palabra. Con la muleta arregló muy inteligente la cabeza volandera del cárdeno, citó a matar, se arrancó el de don Pacomio Marín, y el pundonoroso peruano aguantó la acometida con guapeza y clavó todo el estoque arriba, llevándoselo luego en la mano por no soltar. El animalucho, admirablemente herido, dobló en el acto, y hubo una ovación justa. Antes hizo dos quites suaves, de artista, sin efectismos, aunque de verdad. Se le aplaudió. Sabe su deber y puede ser un torero notable. Por suspenderse la corrida a causa de la lluvia torrencial, no pudo lucir sus habilidades en el último.» En estas condiciones hizo Susoni su presentación en la primera plaza de España; pero en realidad cuando el limeño se reveló fué el 26 de septiembre, a juzgar por lo que de él opinaron los cronistas taurinos, como puede el lector ver por las muestras que van a continuación: A. B. C. habló así de esta segunda actuación: «Carlos Sussoni se nos mostró nuevamente como torero fino, enterado y valiente. Fué para él el. mayor éxito de la tarde. En el primer toro se hizo aplaudir en un quite, en que puso arte y finura. Al tercero lo toreó aguantando mucho y apretándose de veras, con verdadero peligro por el feísimo estilo del bicho al embestir. Puso dos pares de banderillas con mejor voluntad que suerte, y con la muleta estuvo bravísimo, castigando bien sin perder la cara y aguantando serios achuchones; con el estoque dio un buen pinchazo y una entera, entrando muy valiente. El muchacho salió a los medios a recoger los insistentes aplausos del público. En el manso corrido en sexto lugar, Susoni realizó una faena de torero enterado, sereno y dominador, intercalando adornos que el público acompañó con continuados aplausos y terminó de una estocada atravesada y un descabello. Sonó la ovación grande, se pidió la oreja y salió en hombros de la plaza.»
El Ultimo Mono, en Informaciones, dijo a su vez: «El peruano Carlos Susoni, que vino a Madrid
precedido de gran fama, en su primera actuación no pudo demostrar, por lo infame del ganado, que era un torero que sabía la papeleta del pie a la fecha y que era un matador certero y valiente. Pero ayer en los dos toros menos malos de la corrida se nos destapó y dejó séntado que es un torero artista y un gran matador, capacitado para mayores y más altas empresas. Ya al hacer un quite en el primero de Mérida, Sussoni hizo que el público se fijara en que veroniqueando templaba, mandaba y se pasaba despació el toro por la faja; pero salió el suyo y largó siete lances de los cuales cuatro fueron tan imponentes, que pusieron al público en pie. Para demostrar que lo sabe todo puso un gran par de banderillas. Y llegó la hora de matar. Aunque el toro estaba difícil pronto se hizo con él, marcando tres o cuatro naturales, ligados siempre con el de pecho, realmene colosales. En cuanto cuadró el manso señaló un pinchazo, que se ovacionó, y luego dió una estocada arriba que tiró al enemigo sin puntilla. Se le ovacionó mucho. Pero cuando su éxito culminó fué en d último, otro manso fogueado. A fuerza de meterse dentro de los cuernos le hizo embestir, y cuando ya lo hacía empezó la faena, artística y adornada por naturales, de pecho y molinetes, que eran aplaudidos y coreados con olés. Coronó la faena con una gran estocada. El público entusiasmado pidió la oreja y lo paseó triunfalmente por el ruedo.
Nos dicen que Sussoni va a tomar la alternativa para embarcar y cumplir un ventajoso contrato como matador de toros en tierras americanas. Puede hacerlo. El público lo revalidó ayer en Madrid como un gran torero.» De El Liberal: «Ahí está el peruano don Carlos Sussoni, que vale lo menos dos. Como sobradamente merecía, fué ovacionado toda la tarde y especialmente después de matar a su último toro. El público se echó al ruedo, y despfués de pasearle por éste, sacó de la plaza en hombros a este peruano, que vale lo menos dos.» En La Nación, escribió Tarrero:  UN BUEN TORERO «La favorable impresión que produjo en su debut Sussoni la confirmó ayer, que dió la sensación de un buen torero.
Toreó con el capote con temple y dominio; se adornó en los quites, y dió en todo momento la nota de valentía: de torero enterado. Colocó a su primero dos pares de banderillas al cuarteo, bueno uno de ellos, y muleteó con eficacia ya que el enemigo toro, y el peor enemigo, el viento, no daban ocasión para lucirse, y después de un gran pinchazo entró valientemente, dejando una estocada contraria. Fue muy aplaudido. En el último toro, mayor que todos, y más manso que los demás, que fué fogueado, hizo una gran faena de muleta en los medios, como si tuviera delante un toro bravo. Comenzó con unos muletazos eficaces, y siguió con altos, de pecho y ayudados, ejecutados con calma, muy cerca de los pitones. Al rematar un molinete, tan cerca quedó del bicho que no tuvo que hacer más que mover la cabeza para empuntar al torero por el muslo y elevarle del suelo. Fue milagroso que no sufriera una cornada.
Esto enrajbiétó al espada, que más cerca todavía siguió la faena entre los aplausos unánimes de la concurrencia, y entró a matar en corto dejando una estocada en lo alto. Terminó la corrida con una ovación grande a Sussoni, petición de oreja por gran parte de los espectadores y salida del diestro en hombros de sus admiradores.
Una buena tarde del torero peruano. «Recorte» dice así en La Libertad: «Queda sólo, para completar esta reseña, analizar el trabajo del peruano Carlos Sussoni, quien en la corrida del domingo alcanzó un éxito envidiable.
No hace mucho tiempo, fué en la presente temporada, cuando Sussoni se presentó ante el público de Madrid y, como acanteció el domingo, tropezó con una clase de ganado poco recomendable. Los éxitos que el peruano había conseguido en provincias y algunos detalles de buen torero que la afición pudo apreciarle, dieron motivo a que se le discutiera con algún apasionamiento. Por esta razón, la repetición de Sussoni era esperada con relativo deseo.
Si la novillada que venimos reseñando se hubiera dado por terminada en el tercer toro de la lidia ordinaria, hubiéramos sacado la consecuencia de que era un torero fácil con el capote, valiente siempre, y con un buen estilo de matador de toros, porque así se reveló en su primer novillo. Pero, afortunadamente, salió el sexto para que Sussaai nos definiese su personaJidad como torero.
Ya no podemos nosotros ni puede nadie pensar que aquellas verónicas repletas de gracia tonera con q¡ue el peruano saludó a su primer enemigo fueron hijas de la casualidad, porque para desmentirlo están aquellas otras que dio al último de la tarde. Podemos, sí, asegurar que con el capote torea mejor por el lado derecho, porque al lancear por este lado pone más naturalidad en la figura y más temple y más garbo en el lance. Con las banderillas no nos enseñó nada extraordinario, porque no podemos considerar como cosa extraordinaria la facilidad demostrada, si bien es verdad que sólo por un deseo manifiesto de agradar debió tomar los palos en un novillo que no se prestaba a lucimiento.
De la faena que hizo a su primer toro no destacó más que la valentía, porque muleteó adornado al principio, pero luego se precipitó un tanto. Sin embargo, en su segundo dió todo un curso de torear con la muleta, ejecutando una faena variada y artística, que fué coreada por el público, y que tuvo la virtud de retenerlo en la plaza cuando ya comenzaba a abandonar las localidades^
Y no vale decir que el novillo era claro, porque el anímale jo, que fué fogueado por manso, había dado durante la lidia feos detalles. Pero Sussoni se paró con él desde el primer momento corriéndole la mano, obligándole a tomar la muleta, sin asustarse por la aparatosa cogida que sufrió, sino que al contrarío, más parado que antes y pisándole más todavía el terreno, le desengañó de que el arte y l^a habilidad pueden más que la fuerza bruta.
La suerte de matar es, a mi modesto juicio, la que mejor ejecutó el domingo el peruano. En sus dos novillos atacó derecho, metió baja la muleta y cruzó fácilmente, dejando siempre el acero hundido en lo alto, saliendo limpio de la reunión.
Al morir su último toro, las gentes le tomaron en brazos y le pasearon por el redondel, mientras varios miles de espectadores pedían la oreja, que el presidente, como hiciera con Mérida, tampoco quiso conceder.»
De El Noticiero del lunes: «Carlos Sussoni demostró ayer, como Mérida, que es un novillero con madera de matador de alternativa. Ya en el final del primer tercio del primer toro fué ovacionado por dos verónicas y media a todo meter, ceñidas, reposadas y elegantes. Volvió a ser aplaudido al torear de capa a su primero con los pies juntos y una quietud de estatua. En el segundo tercio colocó al cuarteo dos buenos pares de garapullos por el lado izquierdo, y en el tercio final hizo una faena entre los pitones como preámbulo de un gran pinchazo, doblando la cintura, y media buena. (Palmas y salida a los medios.) En el último veroniqueó sin pena ni gloria, y a la hora suprema muleteó al fogueado maravillosamente con pases templadísimos, uno nuevo, muy artístico, y un molinete, saliendo por el aire. (Gran ovación, que el diestro agradece saludando al público de espaldas a la res). Media atravesadilla, descabello a la primera y ovación, numerosas peticiones de oreja y salida de la plaza en hombros. ¡Bien por don Carlos! ¡Vamos a por la vacante de Gaona!» No acaban aquí, seguramente, los elogios que la Prensa de toda España ha hecho del novillero peruano, pero en la imposibilidad de dar en estas páignas cabida a todos ellos, nos hemos limitado a los que la de Madrid le dedicó, teniendo en cuenta que son los de la corte los de más resonancia y más populares las firmas que los avalan.
Para terminar este capítulo, y como resumen de la impresión que el artista que nos ocupa ha producido en su campaña de 1926, he aquí lo que El Eco Taurino, de Madrid, ha consignado al dar el cuadro estadístico de las corridas por aquél toreadas en la última temporada: «Este Carlos Sussoni es, sin disputa de ningún género, el artista más fino, el torero más completo, no digo de los Estados peruanos, porque sería muy rfeducido el elogio, sino de todo el litoral del Pacífico y Repúblicas del centro de América, y si me apuran, de toda la América del Sur.. Tanto es así, que un ganadero peruano de justa reputación, como lo es el señor Vázquez, dueño de la vacada dé El Olivar, al pretender quedarse en arriendo para la actual temporada el circo de Lima, el único en condiciones que existe en aquellas latitudes, con el, primero que contó y para el que fueron las más halagüeñas proposiciones, fué con este buen tortero y matador de novillos de tan depurado estilo. Pero Sussoni tenía mucho que hacer en España y se quedó aquí, declinando tan alto honor, digno de sus merecimientos. La campaña de este año en España ha sido eficaz, como se desprende por las notas estadísticas que publicamos. Empezó en Granada, el 11 de abril,, con Félix Rodríguez y Vicente Barrera y siguió su trayectoria hasta terminar en Meli11a el 24 de noviembre en una corrida que se suspendió dos o tres veces y en la que debió haber alternado con Vicente Barrera, precisamente con el que empezó la temporada en Granada y con el que la próxima ha de encontrarse en muchas combinaciones, ambos como base de cartel. ¿Percances? Ninguno, Su arte ha sabido sortear los peligros con suma habilidad. ¿Corridas suspendidas? Esta del 24 de noviembre en Melilla y la dtei su debut en Madrid el 29 de agosto con Latorre y Delmonte. ¿Ovaciones? Todas seguidas hasta constituir una sola. ¿Orejas? Un montón. Apenas ha habido corrida sin que este torero se haya traído un apéndice auricular. En Madrid y en la tarde de su debut definitivo el señor presidente se ganó una bronca en los dos toros de este artista por su obstinación en no conceder las orejas que el público pedía con cía morosa insistencia. Torero fino, banderillero fácil, muletero elegante, matador corajudo y un caballero en su trato particular.» Y. visto todo esto, ahora sepa el lector lo que del joven diestro peruano opinamos nosotros; no porque nuestra opinión tenga ninguna importancia, sino por la razón de que en la obligación de darla nos hallamos, puesto que hemos aceptado la tarea de «biografiarle» y juzgarle en estas páginas.-
Si se tratara de un torero ya en la cumbre de su carrera, confieso que no me atrevería a formar jiuicio sobre él, pues no lo he visto torear lo bastante para poder hacer un análisis concienzudo de su personalidad torera; pero este diestro se halla en formación, y lo que hay que descubrir en él son sus aptitudes generales para la lidia de reses bravas, y eso hay veces en que una sola corrida es suficiente para revelarlas. 
Si un muchacho «se da», o no, maña para torear, si le «ha entrado, o no, el toreo en la cabeza» no creo que ningún aficionado de experiencia precise de una serie de actuaciones para conocerlo; y existe, además, otro elemento de juicio que, ya lo tengo dicho en otra parte, es muy importante: la impresión que en el publico causa el diestro, porque, puede ocurrir, que la multitud se engañe respecto a los méritos de un desconocido en una tarde de fortuna o de desgracia, de eso los casos abundan, pero en general yo fío mucho en el «instinto» de las masas, creo de ellas que son las más inteligentes y mejores «aficionadas», y cuando veo que en Madrid y en Alcoy, en Sevilla y en Alcorcón, en Valencia y en Linares, triunfa un torero, no dudo de que en ese torero hay algo; ese algo tan esencial para ser «figura», y sin el cual todo lo demás es letra muerta.,
Pues bien, como por lo que yo he podido apreciar, y por lo que de sus campañas he leído, en Carlos Sussoni ese algo es evidente, si no se tuerce en la línea ascendente, no me parece aventurado predecir que con él va a poseer muy pronto el Perú un matador de toros estimabilísimo, que no hará mal papel al lado de los españoles mejores.
Por todo lo que transcrito queda en el capítulo anterior, sabe el lector, que torea muy bien de capa, que es elegante y fino con ella; que, con las banderillas reúne la facilidad y el buen estilo; que con la muleta desarrolla todas las alegrías del toreo moderno y añade la eficacia del trasteo cuando la condición del enemigo lo requiere; y que con la espada no sólo tiene decisión, sino que también habilidad y maneras de buen matador. Todo eso lo ha leído antes y no he de repetirlo yo ahora. Me limitaré, pues, a aceptar los juicios ajenos que yo no podría hacer más que confirmar por mis propias impresiones; y agregar que, con todo esto, y una valentía, probada en repetidas ocasiones, se puede aspirar a ocupar un puesto relevante en la torería, si el ánimo no desfallece, acompaña la afición, y, por lo tanto, el deseo de aprender siempre, de ser más, de superarse a sí mismo, que es lo que, en el toreo como en todo, vale para desenvolver las aptitudes que en el artista se manifiestan y aun acrecentarlas, porque ese es el modo de conseguir el dominio de la técnica, nada fácil en tauromaquia, pues no es asequible por los mismos medios que en otras profesiones, y cuando no se posee por intuición, sólo con una observación constante y continua es dable alcanzarla. Ese es el motivo de que abundando los toreros que en un toro determinado y en un lance especial logren un triunfo máximo, sean tan escasos los que sepan sacar partido de reses que no se avengan a ser toreadas de aquella única manera que se ha aprendido.-
No es este, afortunadamente, el caso de Sussoni; y tal vez por haber hecho su aprendizaje, antes como banderillero y más tarde como matador en su país, con toros de diferente condición que los españoles, eso le haya favorecido, como asimismo el tener que habérselas, ya en España, con ganado no siempre de la calidad que el toreo efectista requiere, pues desconocido y sin reclamo, tuvo en un principio que apencar con lo que las empresas tenían a bien echarle, y de ese modo ha podido adquirir una experiencia que es base inapreciable para el matador de toros futuro que, o mucho nos equivocamos, no defraudará las esperanzas que en él han puesto los más entendidos aficionados de su tierra, entre dos mi buen amigo y compañero, el notable crítico don Alfredo Huwanker, que desde los comienzos de Carlos le alentó y favoreció con una decidida protección, y le vaticinó los triunfos que que en la profesión de lidiador había de conseguir bien pronto, pues como un verdadero triunfo pjuede considerarse el que haya logrado destacarse en España, en una temporada precisamente en qiue la atención se hallaba fija en los tres o cuatro novilleros surgidos de improviso con esas características que llevan a los que las revelan a las mayores alturas en la estimación de los públicos.
Pues al lado de ellos, ha ido abriéndose camino el torero limeño hasta llevar a cabo una campaña decorosísima que le ha de servir para en la próxima ocupar uno de los primeros puestos entre los novilleros punteros,: Así, por sus pasos, sin precipitaciones, llegará a la alternativa, y si con muy buen acuerdo en esta temporada invernal ha creído más prudente permanecer en España sin dejarse seducir por el brillante contrato que en su tierra le ofrecían, al acabar sus compromisos aquí en 1927, regresará a su patria no sólo con la categoría de matador de toros que la alternativa confiere, sino con la que da y refrenda el público español, tan libre de prejuicios y de influencias, a más de tan entendido, qjue ante el mérito se inclina, y no tiene en cuenta si es de casa o de fuera de ella el que a su fallo se somete; eso en el supuesto de que a un peruano, a un hispano americano en general, no lo considerara como cosa suya, porque conviene insistir sobre este punto, y no desaprovecho ocasión de hacerlo: en España no es un extranjero un hispano americano, como él no se empeñe en quererlo ser.
En resumen, pues el. espacio falta: Carlos Sussoni es actualmente un torero de innegable porvenir y entre la novillería un valor positivo. En él está que esas condiciones no se malogren y den el fruto que la afición tiene derecho a esperar .1
Con su arte, con su valentía, con la práctica que en el ejercicio se adquiere, con la enseñanza que el observar a los buenos toreros le puede proporcionar y bien guiado como lo está por los que por él se interesan, lo que le queda por hacer es ya relativamente fácil, lo que le falta aprender lo aprenderá sin dificultad, sólo con poner la mejor voluntad en ello, escuchando los consejos cuando éstos partan de quien tenga autoridad para darlos, y desoyendo esos otros más halagadores, pero siempre perniciosos, que conducen al engreimiento primero y más tarde al fracaso sin remedio.
Si como dicen es un muchacho discreto e inteligente, su buen sentido le hará comprender la diferencia que existe entre la falaz adulación de los amigos ocasionales y circunstanciales, y aquello que inspira la amistad sincera y leal. Y esto es todo lo que hasta el presente tengo que decir del torero, y al torero limeño. 
Su historia, en realidad, está comenzando, pero con lo que hasta ahora ha realizado, debe darse por satisfecho, y todo lo que le deseo es que continúe sin vacilaciones por la senda emprendida, pues si no se desvía, como ya he dicho antes, por ella llegará a la realización de sus sueños, si es que éstos eran la conquista de un elevado puesto entre los lidiadores de su época.  

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