martes, 7 de agosto de 2018

“Roca Rey es el nuevo arquitecto del toreo”




“Roca Rey es el nuevo arquitecto del toreo” así lo afirma José Carlos Arévalo, reconocido periodista, fundador y ex-director de la revista 6 Toros 6 comparándolo con los constructores de la tauromaquia moderna Belmonte, Manolete, Ojeda y José Tomás.


¿Qué aporta Roca Rey a la Tauromaquia?
Roca Rey, con discrección, se ha encaramado a la cumbre del toreo. Su trayectoria ha sido, exactamente, la de las figuras de antaño: susurros aprobatorios de la afición cuando toreaba sin picadores, novillero puntero con caballos, aldabonazos en las plazas de primera, alternativa temprana (puntual), entrada inmediata en los grandes carteles y triunfador absoluto en casi todas las ferias.

Maticemos lo de su discreta jerarquía, pues su mando entre los aficionados es absoluto, sobre los que lo aceptan y sobre los que no, porque llena las plazas y (casi) nadie objeta los triunfos que logra. Pero su liderazgo taurino no se traduce en esa popularidad que conquista la calle, la que en su día tuvieron Joselito y Belmonte, Manolete y Arruza, El Cordobés, Paco Ojeda, José Tomás. Roca Rey es el líder de un tiempo raro, arrollador entre los habitantes del gueto taurino, desconocido para los ciudadanos de un país que ha visto prácticamente excluido su segundo espectáculo de masas de los grandes medios audiovisuales. Pero esta es otra cuestión, no la que nos interesa ahora: ¿Qué aporta Roca Rey a la Tauromaquia? Vayamos por partes.

La personalidad
La personalidad es un atributo indefinible, no se puede explicar. Ni se enseña ni se aprende. Se tiene o no se tiene. ¿Por qué este joven torero con porte de galán y cara de monaguillo concentra todas las miradas como si fueran una sola cuando se hace presente? ¿Por qué su andar pausado llena plaza? ¿Por qué sus cites se cargan de expectación? ¿Por qué a su toreo lo despierta el ¡uy! y lo legitima el ¡ole!? ¿Por qué su valor no da miedo? ¿Por qué los aficionados no quieren competir con él, como con Luis Miguel, ni protegerle, como a los toreros artistas? ¿Por qué él no compite con nadie en el ruedo sino con el toro? ¿Por qué no lo “queman” las transmisiones televisivas de sus faenas? La suma de todas las intrigas que despierta se traduce en una sola palabra: Personalidad. Y a su personalidad la avala el áura que lo precede y el halo que lo persigue. Desmitificado por los aficionados más conspicuos, como todas las figuras históricas antes mencionadas, ¿el tiempo lo consagrará también como una figura de época? Por el momento hay un hecho indiscutible: el toreo tiene un nuevo fenómeno.

El toreo
Decía Pepe Alameda, con razón, que “las figuras del toreo no tienen por qué ser los que mejor torean”. A lo que se debería añadir, “pero son mejores toreros”. Seguramente el trazo de Pepe Luis era más bello que el de Manolete, pero éste era la gran figura porque hacía embestir a un mayor número de toros, a los que toreaba con un trazo menos angélico aunque embriagado por esa personalidad heroica, de luz y sombra, que le dio el mando sobre el toreo. 

Sin embargo, Roca Rey torea bien, muy bien. Si no fuera una figura sería un buen torero. A mi modo de ver, desde un punto estrictamente taurómaco, la clave de su tauromaquia se basa en la fusión del toreo cambiado con el toreo natural. No sólo para abrir una tanda de lances o una serie de muletazos. No es el pase cambiado por la espalda para iniciar una faena, ni la arruzina sorpresiva para rematar una serie, sino el cambio que obedece, por ejemplo, al parón imprevisto de una embestida que, al cambiarla al otro pitón, se liga después a una tanda de muletazos de gran enjundia y temple. Así es ese toreo cambiado y ligado en redondo en espirales inverosímiles que se hilvanan sin pérdida de continuidad a otras espirales más asfixiantes cambiadas al otro pitón, bajo la ley de Ojeda y la sedosidad ligada de Martínez.

Este toreo con áura de milagro que destronca a los públicos, tanto con el capote, de salida o a toro picado, como, más intensamente, con la muleta, desemboca en el toreo más clásico, acoplado al toro de muchos pies y templado con el toro entregado. De ahí la estatura artística de este diestro poderoso que no es un torero de valor aunque tenga un inmenso valor, ni un torero de personalidad aunque le sobre, ni tampoco un torero de arte aunque su trazo desprenda una luz pura, de héroe juvenil, casi adolescente. La suma de las tres virtudes que caracterizan al torero-figura, valor, personalidad y arte, son la clave que hacen de Roca Rey un torero poderoso, un joven maestro.

Y la estocada. Dicen que se mata al toro como se le ha toreado –distancia, tiempo, altura- y eso suena bien. Pero mejor suena afirmar que se le mata según llega al momento supremo. Y como los toros del peruano llegan vacíos de embestida, toreados hasta el tuétano, Andrés los mata en corto y por derecho, pero interrumpiendo el tiempo del volapié un instante antes del cruce, cuando la muleta, entregada a las pezuñas del toro, descubre el sitio exacto de la muerte, sobre el que el matador se vuelca en rectitud con una contundencia apabullante, de modo que mata tanto su poderosa mano derecha como el toreo de su mano izquierda.

¿Qué aporta Roca Rey al toreo?
Empecé citando a Pepe Alameda y cierro estas líneas acudiendo a él. Afirmaba el sabio escritor taurino que en el toreo hay grandes intérpretes, pero que la tauromaquia la cambian los grandes arquitectos. Así, Belmonte, Manolete, Ojeda, José Tomás*. Después de ellos, se tuvo que torear de otra manera: a su manera. Los cuatro construyeron la tauromaquia moderna. Y hoy, Roca Rey es el nuevo arquitecto del toreo. Otra cosa es que también nos relamamos con el arte de los grandes intérpretes. Oído al parche, sabios y jóvenes cronistas de la tauromaquia que empezáis a negarle el pan y la sal.

* No incluyo a Manolo Martínez porque su toreo no se vio en España y, por tanto, no influyó en la tauromaquia española hasta que nuestros toreros, a finales de los años 90, lo descubrieron en México a través del video.

Por José Carlos Arévalo
http://www.entretoros.com