sábado, 29 de febrero de 2020

Don ''ANGEL SOLIMANO SARDI "ANGELILLO"


                                   ¡Angelillo, enséñame a torear!


Don  ''ANGEL SOLIMANO SARDI "ANGELILLO"

Pocas otras cosas transmiten la imagen de poder y fiereza que un toro de lidia recién salido del toril pidiendo guerra: una tromba de quinientos kilos, bufadora, dando vueltas por el redondel y con dos cuchillos enhiestos ávidos de clavarse en lo que sea.

Mi primer recuerdo de Angelillo es haberlo visto enfrentándose a una de estas fieras en la plaza de Acho, en la época en que los peones de brega daban los lances de tanteo –es decir, tenían el primer contacto con el toro recién salido- mientras el matador observaba las trayectorias y los resabios del animal desde el burladero antes de disponerse él mismo a lidiarlo. Ni recuerdo quién era el matador en esa ocasión, pues yo tenía siete u ocho años, pero una escena sobrecogedora vive intacta en memoria hasta hoy: Angelillo dirigiéndose al toro que acometía con todo su poder, y tropezando en su misma cara –un terrible ¡ay! en los tendidos-, y la improvisación del quite que se hizo a sí mismo, echando el capote al aire por encima de la cabeza mientras caía al suelo y desviando los cuernos un palmo por encima de su montera. La plaza entera lo ovacionó de pie y el matador le indicó que se destocase para saludar, pues los subalternos no pueden quitarse la montera sin el permiso de su superior jerárquico: en las corridas de toros las formas y la jerarquía, así como la puntualidad, se respetan más que en cualquier otra actividad. ¿Será acaso que una rígida estructuración de las acciones en esos coliseos protege, como un espejismo de ritual controlado, a quienes se enfrentan a la muerte en la arena?

Un par de años después de esa proeza de habilidad, reflejos y sangre fría, fue que le pedí a Angelillo
que me enseñara a torear. Fue en Huampaní, que estuvo de moda allá por los años cincuenta y donde muchas familias limeñas alquilaban por unos días los chalets que allí ofrecían para gozar del limpio sol de Chaclacayo, especialmente durante los húmedos inviernos de la capital. Era un edén para los niños: la novedad de poder elegir a la carta (austero menú) las tres comidas en el inmenso comedor del complejo, trocándolas de momento por el omnipresente arroz con los guisos de la entrañable cocina casera; tener el día entero para holgar por los enormes vericuetos arbolados, eso sí que reportándonos con frecuencia ante la vigilancia paterna; y jugando hasta cansarnos con las máquinas de fulbito y otras atracciones en el salón; y, sobre todo, los ilimitados chapuzones en la piscina a la intemperie, entre los montes y el bosque frondoso con el aire más puro que los pulmones pudieran admitir. Huampaní era el regalo más codiciado para los niños de mi generación durante las vacaciones de julio y, por tanto, durante la época de las Fiestas Patrias el centro estaba repleto. Las reservaciones tenían que hacerse con semanas o meses de anticipación.

Así, contando no más de nueve o diez años de alborotado habitante terrícola, una de esas mañanas de apiñada congregación en el comedor de Huampaní distinguí, en una mesa contigua, una cara conocida –trigueña clara, rasgos finos, pelo ondulado- que ya la había visto antes asentada sobre un cuerpo envuelto en un traje de luces, en varias temporadas en la plaza de Acho (mi padre me llevó a los toros desde que tuve uso de razón, y por esa época yo soñaba con ser torero): ¡el mismo banderillero del famoso auto-quite, Angelillo! Estaba acompañado de una señora muy blanca y de facciones hermosas, que mostraba una sonrisa buena. Cuando uno tiene 10 años, cualquier mujer –cualquier persona- de veinte o mayor califica para el asilo. Por eso, en mi recuerdo, Gladys –que así se llamaba la flamante esposa de Angelillo- era una “señora grande” de unos veinte a veinticinco años de edad. Previa autorización paterna, mi hermano y yo nos acercamos a la mesa de estos egregios comensales –después nos enteraríamos de que eran lunamieleros– para saludarlos (“¡Hola, tú eres Angelillo”!), y ellos nos recibieron con mucha simpatía y hasta cariño –quizá porque un subalterno de la lidia no estaba tan acostumbrado, como los matadores de éxito lo estaban, a que se les reconociera en el restaurante de una villa vacacional, a muchos kilómetros de la plaza- y así, por una genuina bonhomía o por la gratitud de un ego ensalzado, Angelillo firmó la sentencia de su tortura. No creo que ningún otro recién casado, desde que se inventó la luna de miel, haya estado sometido a un acoso tan inclemente como el que dos niños fanáticos de los toros –y muy impertinentes- le prodigaron al ciudadano Angel Solimano, cuyo remoquete taurino fue “Angelillo”, y a su bonita novia.

Un par de días antes, mi hermano y yo habíamos descubierto que en un paraje de los alrededores pastaba una vaca vieja, llena de mataduras y con la cornamenta recortada, atada a un árbol. Nuestra imaginación infantil habría visto, en vez de unos molinos de viento, a un terrible miura listo a despanzurrarnos. Por eso, jamás nos acercamos al animal a más de unos cinco o seis metros, claro que amparados en los cubrecamas del dormitorio que, a guisa de capotes, los habíamos sacado subrepticiamente del chalet. Citábamos a la vaca a la verónica, con el trapo por delante, imitando con nuestros cuerpos el garbo de los matadores, y por supuesto que, como si la cosa no fuese con ella, la vaca seguía agenciándose su sustento de la broza del terreno. Pero por nada del mundo nos atrevíamos a acercarnos, pues muchas veces habíamos vistos volar a los diestros como unos peleles cuando eran cogidos, y no queríamos exponernos a ello sin el beneficio de un quite y de una enfermería al canto.

Entonces, lo lógico era que quien se acercase a la fiera fuese alguien del oficio, un profesional que estuviese a la mano. ¡Y qué a la mano!

Por lo menos durante toda una semana y casi a todas horas del día, mi hermano y yo íbamos en taurómaca romería hasta el chalet de Angel y Gladys, algo más alejado que el resto, como correspondía a la privacidad de los recién casados. Por razones intuidas -en nuestra ya algo disipada mente infantil-, los novios pasaban la mayor parte del tiempo dentro que fuera; entonces, en cualquier momento del día –la noche entera sí los guarecía del asedio- dos mocosos palomillas se llegaban hasta la puerta del torero y su mujer a gritar en coro: “¡Angelillo, enséñame a torear”!

Y, dando muestras de una paciencia más que jobiana, al cabo de unos momentos siempre aparecía Angelillo, algunas veces despeinado y con el estigma de la modorra en el rostro, pero de buen talante y sonriente. Entonces nos íbamos a torear a la vaca. Torear a la vaca era acercarnos hasta tocarle los cuernos -la proeza que nos enseñó Angelillo- sin necesidad de una manta. ¡Era tan bravo nuestro torero que ni necesitaba un engaño para dominar al bovino! Jamás le advertimos temor en los ojos cada vez que se acercaba a la bestia corrupia de nuestra imaginación, y ese valor sobrehumano nos alentó a mi hermano y a mí para acercarnos y sentir que los tendidos de fantasía -que eran los árboles de ese paraje- se estremecían ante dos niños valientes que desplantaban a la bestia ya domada.

Sólo una vez sentimos algo parecido al remordimiento en una de nuestras convocaciones al maestro: una tarde adormecida, a la hora de la siesta, encontramos a la pareja en un sillón del breve patio delante del chalet. Gladys, que estaba sentada sobre el regazo de Angelillo, tenía las piernas expuestas, y él dejó de acariciarlas apenas nos divisó. Ella se levantó y corrió adentro, mientras él, sin gesto agrio, nos llevó a torear a la vaca, y en el camino nos enseñaba cómo agarrar bien la manta que hacía de un improvisado capote gris sin esclavina.

Hay que poner las cosas en un contexto que permita comprender las razones de este par de chiquillos.
La afición a los toros, por lo general, se mama. Hay quienes llegan a ella en la adolescencia o, aún, durante la adultez. No es lo mismo. Ya uno tiene sus valores más o menos firmemente establecidos. La muerte de un animal tras un tormento de veinte minutos puede hacer mucha mella en quienes asisten a una corrida de toros por primera vez en edad racional. En cambio, para cualquier niño que haya ido a una plaza de toros, generalmente de la mano de su padre u otro familiar adulto, antes de la formación del juicio, o sea antes de los siete u ocho años, el espectáculo se asimila como algo de lo más natural. Así, también, ocurre con las peleas de gallos, la caza y la pesca -estas dos últimas actividades muy comunes en casi todas las culturas-. Nadie ha podido demostrar que un toro sufre más que un merlín, el cual, también, durante varios minutos lucha por su vida con un enorme anzuelo enganchado en la boca, mientras el pescador –la mayoría de las veces deportivo, y sin la intención de aprovechar su carne- le suelta el cordel para darle la ilusión de un escape y que así se fatigue más pronto y amengüe la resistencia. O la caza de las ballenas en las Islas Feroe, en Dinamarca, donde el mar se tiñe con la rojez de la sangre tras una masacre anual. Estos cetáceos –decenas de ellos- se acercan a la orilla en busca de alimento, donde los jóvenes les asestan golpes con una especie de machete: les seccionan la médula espinal y los paralizan. Lo mismo se puede decir de los safaris y hasta de la caza de los pichones con una escopeta de perdigones, por el mero placer de acertar en un blanco vivo y volante. La naturaleza es cruel, y el ser humano es parte de esa selva donde la ley es comerse a unos seres vivos o que ellos te coman a ti.

Muchas veces, por remilgos escrupulosos de la madurez, he puesto en revisión mi afición por las corridas de toros, y mi inteligencia me ha dicho que es una fiesta bárbara y cruel. Entonces, mi opción humana, a la luz de un razonamiento más sabio y añejo, tuvo que haber sido renegar de ella, como ha ocurrido con algunos aficionados que devinieron antitaurinos. Pero, como en todos los ámbitos del vivir, en lo que se refiere a las corridas de toros no sólo manda la razón, sino que hay, también, un conglomerado de motivos sustentados en la emoción, la costumbre, la tradición, en fin, en todos esos elementos culturales que configuran a los pueblos y que no siempre atienden a la piedad ni a la inteligencia. No me cabe la duda de que el espectáculo de la tauromaquia está finalmente condenado a desaparecer. Pero lo mismo tendrá que ocurrir primero con la pesca y con la caza deportivas, actividades del matar por matar –muy poco cuestionadas en el mundo “civilizado”– y que no necesariamente sacian hambres humanas y que ni alimentan arte ninguna. Es más, ojalá que un día los humanos no tengamos que matar animales para alimentarnos de ellos. Pero por el momento las cosas son como son, y nosotros somos los hijos de nuestro tiempo.

Es absurdo atribuirle a un animal las características humanas y proyectar en ellos los atributos tan abstractos como el honor, la elegancia y el derecho. Sin embargo, así como –también- a través de los milenios, y hasta en épocas recientes, se le atribuyeron a ciertas deidades unas características tan humanas como la pasión, el odio, la venganza y la ira, permítaseme por un caprichoso instante, en aras de una dialéctica entecona, dotar al toro de lidia –quizá el animal más hermoso y, por cierto, la imagen suma de la fuerza y la bravura- con el poder de decidir su destino. Si pudiera averiguarse su preferencia, ¿decidiría este animal ir a morir al matadero, electrocutado o a golpes, o ser castrado y llevar el yugo para arar la tierra hasta su muerte? ¿O sería su elección el morir como un gladiador armado, con el derecho de matar también, tras un cuarto de hora de lucha sangrienta? No lo sé, ni nadie nunca lo sabrá; pero, si en el reino bovino existiese la variedad de pareceres que nos caracteriza a la especie dominante, y siendo su destino final proveer de carne a los hombres, sospecho que la mayoría de los toros –especialmente los de lidia, nacidos y criados para luchar- irían por lo segundo.

Durante los años de nuestra juventud, cada temporada taurina mi hermano y yo esperábamos la
llegada de las cuadrillas a la plaza en las tardes de toros, y cómo nos envanecía que uno de los lidiadores, por más que vistiese la plata en lugar del oro, nos reconociera entre el gentío y nos llamara por nuestros nombres y que nos abrazara con afecto. También veíamos a Angel en casa del tío Amadeo Bresciani, quien, por mucho tiempo, fue el factótum de la actividad taurina en el país, en su condición de director de espectáculos de la Municipalidad del Rímac, pero, sobre todo, por su condición de ser –tal vez- la persona más entendida en los intríngulis de la fiesta brava en Lima

Muchos años nos separaron de Angel, hasta que una tarde de toros -ya maduros mi hermano y yo- nos lo encontramos en el tendido como un espectador más. Estaba viejo y flaco, y había tristeza en su expresión, la cual se tornó llanto franco cuando le preguntamos por Gladys : “No quiero hablar de ella”, nos dijo, y no insistimos al respecto.

Varias veces después lo vimos en la plaza, tocado con una cachucha y en silla de ruedas, y tenía esa
expresión de los que ya no andan por aquí. Una vez que nos acercamos no nos reconoció, pero así y todo le recordamos quiénes éramos y, otra vez, se puso a llorar. A partir de ahí decidimos no volver a perturbarle la vejez con unas memorias evidentemente dolorosas y nos limitábamos a verlo de lejos con el cariño de siempre. Más todavía, porque en la madurez comprendíamos mejor hasta qué punto había sido un hombre bueno con dos niños impertinentes y desconocidos.

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Carlos Castillo, Por; Carlos Castillo Alejos 

TOREROS PERUANOS EN EL RECUERDO: BANDERILLERO ÁNGEL SOLIMANO
“ANGELILLO”

Ángel Evaristo Solimano Sardi nació en Canta (Lima) el 14 de octubre de 1917. Hijo de don Alfredo Solimano Gisolfo y doña Luisa Sardi Casanova.

Su afición nace de vivir en las afueras de la puerta de sombra de la Plaza de Acho, en la Calle "La Aspiración", en el Barrio del Rímac. Su vida taurina la empieza como monosabio. Posteriormente, a la edad de 12 años, sale de banderillero en la Plaza "Juan Belmonte" de Tarma (Junín) en compañía de Adolfo Rojas "El Nene", quien alternaba con "Miura" y César Sánchez. Actuando luego en las plazas de Canta (Lima) y Carhuaz (Ancash). Esporádicamente actuó como novillero.

Debutó en la Plaza de Acho el 12 de octubre de 1941, en una novillada en la que alternaban Guillermo Rodríguez "El Sargento", "El Nene" e Isidoro Morales, con ganado de Arequipa. Durante su carrera taurina recibió los consejos de su padrino Alejandro Arrieta "Moyano de Lima", Rafael Valera "Rafaelillo" y José Murro.

Su primera cogida de importancia fue en la última corrida del matador mexicano Fermín Espinoza "Armillita" en el año 1942, con ganado de Asín, al banderillear el sexto toro resultó herido en el muslo. Durante su dilata vida profesional recibió doce cornadas, tres de ellas en la plaza de Acho, algunas de ellas de gravedad.

El 15 de noviembre de 1942 fue premiado por el Jefe de Estado, Manuel Prado Ugarteche, en tarde en la que "Armillita" cortó dos orejas y rabo a un toro de La Viña.

Fue un destacado y eficiente peón de brega y pinturero banderillero de lujo. Destacó por sus buenas maneras. Siempre se mostró muy reposado, con gran voluntad. Manejó el capote de brega con soltura, inteligencia y experiencia. Logró los aplausos al ejecutar la suerte de banderillas por su forma y estilo colocándose en un lugar preferente entre los rehileteros nacionales. Ha toreado con todas las figuras del toreo de los años cuarenta hasta los setenta. Ha actuado también ruedos de Bolivia, Ecuador, Chile, Cuba, España y Marruecos.

Tuve la suerte de que me representará en algunas de mis actuaciones como novillero recibiendo importantes consejos. Siempre será recordado por su amena conversación, el detallismo a la hora de contar sus experiencias y, sobre todo, por ser un gran caballero y mejor amigo.

Antes de ser torero fue un buen futbolista del Club Manuel Acevedo del Rímac. En las canchas de fútbol se le conocía con el nombre de "Nonem".

Falleció en Lima el 2 de enero de 2011 a los 93 años de edad.


El escritor Samuel Joya dedicó un pasacalle a "Angelillo":

La vieja plaza se ha vestido de sus galas,
de sangre, de arena y de sol,
en sus tendidos se ha volcado la afición
con alegría delirante
y con ansías de aplaudir a su lado.
Y es que ha salido a los medios
un chavalillo precoz
que con salero y elegancia toreará,
él se ceñirá, él se animará,
es el valiente “Angelillo”
una promesa taurina
que al lado de su maestro
el bravo “Moyano” se está perfilando.
¡Olé! la fiesta bravía,
viva el chaval sin igual
que en esta tarde de toros
sus hechuras lucirá.

Carlos castillo Alejos; PeruTaurino

martes, 25 de febrero de 2020

SE DECLARA INFUNDADA LA DEMANDA EN CONTRA DE LA TAUROMAQUIA EN EL PERU

QUE VIVA LA FIESTA


SE DECLARA INFUNDADA LA DEMANDA EN CONTRA DE LA TAUROMAQUIA EN EL PERU

Las corridas de toros en el Perú, son un actividad constitucional ¡Hoy más que nunca, sí a los toros!

 El Tribunal Constitucional del Perú, declara infundada la demanda animalista. La Ley 30407 se mantiene. Con 4 votos a favor de que se declare infundada, contra 3 en contra y al no alcanzar los 5 votos necesarios para declararla inconstitucionalidad. Hemos ganado esta batalla, pero la guerra sigue. Tenemos que seguir apoyando a nuestras tradiciones y estar más unidos que nunca.


Al no haber alcanzado la demanda los cinco votos que exige el procedimiento del máximo Tribunal Colegiado para declarar una norma inconstitucional se mantiene vigente la primera excepción de la Ley de Protección y Bienestar Animal que excluye las corridas de toros, peleas de gallos y toros, por ser parte de nuestra cultura y tradición.
Por lo tanto las referidas manifestaciones culturales siguen siendo legales y continuarán celebrándose sin ningún criterio a observarse de los propuestos por el proyecto del magistrado ponente, como que el legislador analice su carácter cultural casa veinte años, que no se expanda a otros lugares, la restricción del acceso de los menores de edad, entre otras.
Los votos a favor fueron de los magistrados Ramos, Sardon, Ferrrero y Miranda. Mientras que los votos en contra fueron de Ledesma, Blume y Espinoza-Saldaña

¡VIVAN NUESTRAS TRADICIONES!

¡VIVAN LAS CORRIDAS DE TOROS!

¡VIVA EL PERÚ TAURINO!


domingo, 16 de febrero de 2020

Bandido, esto no es una cuna. ¡ Esto es una cama de matrimonio !




Luis Muñoz Palomo


REFRÁN TAURINO.

El que presta a la mujer para bailar; o al caballo para torear, no tiene derecho a reclamar.

LA CUNA.

En cierta ocasión en una corrida celebrada en Madrid, en uno de sus toros cogió el matador Antonio Moreno “ Moreno de Alcalá “ los trastos de matar, y después del brindis reglamentario, se fue hacia el toro con bastante entereza.
El bicho era de cuidado, no precisamente por sus malas cualidades sino por las condiciones de sus astas, grandes y muy anchas, con gran parecido a las horcas de aventar trigo.
Estirando demasiado el brazo, comenzó su faena el matador. Haciendo verdaderos esfuerzos para librarse de aquellos cuernos monumentales.
Uno de esos “ catedráticos “ que nunca faltan en las corridas de toros, se levantó del asiento, y disgustado por aquella faena que no entendía grito al espada:
¡ Más cerca, más cerca, a la cuna.! El aludido volviéndose hacia donde había salido la voz, dijo, señalando a la monumental cabeza del toro:
Bandido, esto no es una cuna. ¡ Esto es una cama de matrimonio !

LA GESTA DE MORENO DE ALCALÁ.

Lo fue con toda justicia lo que realizó el matador de toros Antonio Moreno “ Moreno de Alcalá,” se

Un valiente de verdad, después de despachar los tres primeros, cuando tocaron clarines y timbales para matar al cuarto toro. Moreno de Alcalá cogió la espada y la muleta y se fue sin vacilación al encuentro con el enemigo, por el camino se cruzó con uno de sus banderilleros, este lo miró asombrado. Al llegar el rehiletero a la barrera comentó con otros compañeros:

Este torero es el más valiente que ha pario “ Madre.” Va para el toro canturreando una malagueña que suena como los ángeles.

El Moreno de Alcalá, mató los seis toros de Miura, como si no hubiera hecho nada.

Ahora en cambio que estamos en otra época muy distinta, matar seis toros de Miura es una utopía.

En aquella época, lo hacía un torero de segunda fila como Moreno de Alcalá y lo hacían las máximas figuras.

anunció de golpe y porrazo con seis toros de Miura el día 4 de Agosto del año 1907 en la plaza de toros de Sevilla.




jueves, 13 de febrero de 2020

Plaza de toros Maestranza de Sevilla 2020





La Feria de Sevilla 2020 se desarrollará en la plaza de toros Maestranza de Sevilla del 12 de abril al 27 de septiembre y se compone de 15 corridas de toros, una corrida de rejones y 7 novilladas con picadores.


Domingo 12 de abril: Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Roca Rey (Garcigrande-Domingo Hernández)

Domingo 19 de abril: López Simón, David de Miranda y Ángel Jiménez (La Palmosilla)

Miércoles 22 de abril: Juan Leal, Juan Ortega y Rafa Serna (Fuente Ymbro)

Jueves 23 de abril: Morante de la Puebla, Cayetano y Pablo Aguado (Jandilla-Vegahermosa)

Viernes 24 de abril: Antonio Ferrera, El Juli y José María Manzanares (Garcigrande-Domingo Hernández)

Sábado 25 de abril: Curro Díaz, Emilio de Justo y Román (Victorino Martín)

Domingo 26 de abril (Rejones): Andrés Romero, Lea Vicens y Guillermo Hermoso de Mendoza (San Pelayo)

Lunes 27 de abril: El Juli, Alejandro Talavante y Roca Rey (Victoriano del Río-Toros de Cortés)

Martes 28 de abril: Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Pablo Aguado (Juan Pedro Domecq-Parladé)

Miércoles 29 de abril: Antonio Ferrera, Diego Urdiales y Miguel Ángel Perera (Santiago Domecq)

Jueves 30 de abril: Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante y Pablo Aguado (Núñez del Cuvillo)

Viernes 1 de mayo: El Fandi, Daniel Luque y Ginés Marín (Hnos. García Jiménez-Olga Jiménez)

Sábado 2 de mayo: Sebastián Castella, José María Manzanares y Roca Rey (Núñez del Cuvillo)

Domingo 3 de mayo: Manuel Escribano, Rubén Pinar y Pepe Moral (Miura)

Novilladas de abono

Domingo 10 de mayo: Rafael González, Tomás Rufo y Manolo Vázquez (Rocío de la Cámara-Cortijo de la Sierra)

Domingo 17 de mayo: Emilio Silvera, Antonio Grande y Alejandro Mora (Núñez de Tarifa)

Domingo 24 de mayo: Javier Orozco, Diego San Román y El Rafi (Villamarta)

Jueves 11 de junio. Corpus. Curro Durán, Juan P. García 'Calerito' y Jaime González-Écija (Fuente Ymbro)

Jueves 18 de junio: Manuel Diosleguarde, Juan J. Villa 'Villita' y Arturo Gilio (Fernando Sampedro)

Jueves 25 de junio: Jesús Álvarez, Montero y Juan Pedro Llaguno (Dolores Rufino)

San Miguel

Viernes 25 de septiembre: Los dos triunfadores del ciclo de novilladas de la Fundación del Toro de Lidia mano a mano (distintas ganaderías)
Sábado 26 de septiembre: Enrique Ponce, José María Manzanares y Roca Rey (Victoriano Del Río-Toros de Cortés)
Domingo 27 de septiembre: Morante de la Puebla, Diego Urdiales y Pablo Aguado (Juan Pedro Domecq-Parladé)


jueves, 6 de febrero de 2020

Enrique Ponce, único torero que hará doblete en Fallas 2020



Andres Roca Rey hace su reaparición en el sábado 14 de marzo y Enrique Ponce hace doblete, primero en un mano a mano con Paco Ureña el lunes 16 y dos días más tarde compartiendo cartel con Miguel Ángel Perera y Paco Ureña.

Carteles;

Domingo, 8 de marzo. Novillada sin picadores. Erales de Jandilla y Vegahermosa para Christian Parejo (E.T. Beziers), Emiliano Robledo (E.T. Aguascalientes ETMSA), Alejandro Peñaranda (E.T. Albacete), Nino Julián (E.T. Nimes), Javier Camps (E.T. Valencia) y Germán Vidal “El Melli” (E.T. El Volapié).

Jueves 12. Novillos de Fuente Ymbro para El Rafi, Miguel Senent “Miguelito” y Jordi Pérez “El Niño de las Monjas”.

Viernes 13. Novillos de El Parralejo para Diego San Román, Tomás Rufo y Miguel Polope.

Sábado 14. Toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés para Sebastián Castella, Cayetano y Roca Rey.

Domingo 15. Toros de Zalduendo para Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y José María Manzanares.

Lunes 16. Toros de Juan Pedro Domecq para Enrique Ponce y Pablo Aguado, mano a mano.

Martes 17. Toros de Jandilla para El Fandi, Emilio de Justo y Román.

Miércoles 18. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande para Enrique Ponce, Miguel Ángel Perera y Paco Ureña.

Jueves 19. Matinal. Toros de Fermín Bohórquez para Lea Vicens y Guillermo Hermoso de Mendoza, mano a mano.

Jueves 19. Toros de Fuente Ymbro para Juan Leal, Jesús Duque y David de Miranda.



miércoles, 5 de febrero de 2020

JESÚS COLOMBO TRIUNFADOR DE LA FERIA DE SÓCOTA (CAJAMARCA)




Jesús Enrique Colombo el gran triunfador de la jornada de este martes en tierras peruanas en el segundo festejo de su Feria de la Candelaria. El joven venezolano paseó un total de cinco orejas y salió en hombros de la plaza de toros de Sócota (Perú), 

Ficha del festejo; 
Plaza de toros de Sócota (Perú). 
Segunda de la Feria de la Virgen de la Candelaria. 
Lleno en los tendidos. 
Toros de La Viña y El Olivar.

Nuno Casquinha, silencio y silencio; y 
Jesús Enrique Colombo, oreja, dos orejas y dos orejas.




JESÚS ENRIQUE COLOMBO TRIUNFADOR DE LA FERIA DE SÓCOTA (CAJAMARCA)
SANTIAGO DE LA ROSA, EL HIJO DEL SANTY FUE EL MEJOR BANDERILLERO, 

EL OLIVAR LA MEJOR GANADERÍA DEL SR. ANIBAL VASQUEZ 



lunes, 3 de febrero de 2020

El frances Thomas Dufau, abrio plaza, San Cristóbal (Venezuela)





Por; Eutiquio Hevia

Domingo 2 de febrero: Tercera corrida de toros de Laguna Blanca para Thomas Dufau, Fabio Castañeda y Jesús Enrique Colombo.

Ultima Corrida de la FISS del 2020.

El frances Thomas Dufau, abrio plaza lidio tres ejemplares incluyendo el de regalo y fue el toro que mas rendimiento diera. Los ejemplares de "Laguna Blanca" disparejos en el comportamiento fueron una lucha para los de a pie.
Castañeda se justifico destacándose con la capa y banderillas la música sonó amenizando su labor y culminó de ración tardía.Con el segundo las cosas rodaron mejor y logró cortar una oreja. 


Jesús Enrique cumplió y alegró los tendidos con sus pares de banderillas decidió torear uno de regalo que cumplió el cometido, cuando las sombras de la noche cubrían el albero y donde el paisano estuvo acertado con la capa, se creció con los palitroque, brindó a un pequeño aficionado y realizó faena. 

A pesar de que la tarde no fue emotiva la afición salio complacida con los regalos dados a la asistentes. Queda el futuro de nuestra feria en ascuas , esperamos que se pueda luchar por llevarla al sitio que merece la afición tachirense.





Plaza de toros Monumental de Pueblo Nuevo,
San Cristóbal (Venezuela).
Cuarta y última de feria cion media entrada.
Toros de la ganadería de Laguna Blanca,

THOMAS DUFAU, silencio, silencio y oreja tras dos avisos en el de regalo.

FABIO CASTAÑEDA, ovación y oreja.

JESÚS ENRIQUE COLOMBO, silencio, palmas y palmas en el de regalo.

sábado, 1 de febrero de 2020

Jesus Enrique Colombo abre puerta grande en San Cristobal



COLOMBO ESTRENA TEMPORADA CON TRIUNFO

Jesus Enrique Colombo salió en hombros en San Cristóbal, junto a David Galván, tras cortar dos orejas al sexto. El acero empañó una gran faena al tercero, que quedó en ovación.

Compartió banderillas con 'El Fandi' y la plaza se volcó con ellos

Ficha del festejo:

San Cristóbal (Venezuela),
segunda corrida de la FISS 2020 •
Toros de Rancho Grande y El Prado.

'El Fandi', oreja y palmas.
David Galván, ovación y dos orejas.
Jesús Enrique Colombo, ovación y dos orejas.